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miércoles, 15 de marzo de 2017

A DOS DE TRES CAÍDAS: México una herida abierta y su presidente guapetón


Por: Arturo Ruiz, El Súper Cívico.

En 2012, oí a muchas mujeres decir que votarían por Peña porque estaba bien guapo, su mercadotecnia y asesores de imagen no lo presentaron como un Estadista, es más ni como un Rock Star. No, lo vendieron como un galán de novela, vaya, hasta se casó con una bonita actriz de telenovela.
Un candidato a modo de un pueblo entretenido, controlado por las televisoras, un pueblo dominado por b generaciones bajo la premisa de que todos roban, la corrupción somos todos y el valemadrismo.
La pobreza e incluso la hambruna, no mueven a la mayoría social a la rebelión, la mueven a la autodestrucción, a la ignominia y a las actitudes canallescas y cínicas.
Entre los más empobrecidos y marginados, la conciencia de clase no permea sus conciencias, desde hace décadas metieron a la masa social a un proceso de envilecimiento, de alfabetización funcional y de competencia individual.
La masa urbana, se perdió en una sociedad sin rostros ni personalidades, en donde todos luchan y compiten contra todos, la comunidad paso a ser un concepto olvidado junto con los sentimientos de solidaridad.
Los héroes dejaron de ser los líderes sociales, maestros y personas buenas que fueron poco a poco sustituidos por los triunfantes narcos, los políticos sin escrúpulos y los malandrines que controlaban las drogas al menudeo y el robo común.
La escala de valores se perdió, el crack, el cristal y el alcoholismo fueron invadiendo a las familias, desintegrando casi todo. Los pobres se matan entre ellos por un pedazo de pan por unos pesos para comprar una dosis que alivie la malilla.
Muchos centros de rehabilitación surgieron ante el vacío del sector público y estos centros también fueron corrompidos y controlados por mercenarios que lucran con la esperanza de la rehabilitación y en algunos hasta por grupos criminales que usaron estos centros como centros de mercadeo y de contacto y reclutamiento de jóvenes para las bandas delincuenciales.
Y México se transformó en una herida abierta, en una herida que no solo abrió la carne de su pueblo, sino que lo infecto hasta la base misma de su núcleo social y de sus instituciones públicas, enfermándolo de forma casi crónica.
Como en una novela de ciencia ficción, en donde los poderosos y perversos villanos controlan a las masas mediante el terror, la ignorancia y la dependencia. México perdió en grandes sectores de su población su capacidad de asombro ante la inseguridad, ante los homicidios, ejecuciones, torturas y secuestros.
La enfermedad social infecto también a los cuerpos de policía, a los agentes investigadores y a los encargados de impartir justicia. La ley se torció sobre sus propias bases y encegueció a la justicia que actuó a tientas y escuchando el tintineo de las monedas de oro que le indicaban la orientación de sus sentencias.
El país se enfermó, la herida se abrió desmesuradamente y sin que nadie advirtiera esa herida creció hasta hacer del país entero una herida abierta que supura corrupción, injusticia, abusos e indiferencia.
Y en el gobierno, electo a fuerza de mercadotecnia y de compra de voluntades y de votos a cambio de una tarjeta despensera, un Presidente Guapetón siguió las indicaciones de sus patrocinadores y amos.
Y con el concurso y beneplácito cómplice de otras fuerzas políticas reformó la constitución y las leyes, para eliminar barreras al gran capital que no tiene escrúpulos, ni nacionalidad, ni ideología sino solo intereses.
Y la herida se abrió aún más, los capitales voraces se cebaron sobre esta nación herida e infectada y pidieron más y más… y con ese exceso, se afectó también a una franja de la población que había permanecido cómodamente instalada en la medianía y en los sueños de ascender en la escala social y económica.
Y así, la clase media, cuando despego sus ojos de los televisores, de su egocentrismo y de sus intestinos, se dio cuenta de que había perdido ya desde hace tiempo su poder adquisitivo, que se endeudaba cada vez más y que sus legítimos sueños de superación se perdían en una herida que antes le parecía ajena y que ahora era tan evidente y cercana que agredía su olfato con la pestilencia propia de la descomposición social y política de la nación.
Y entonces esa clase social, los profesores, científicos, periodistas y cierto sector del empresariado del campo y de la ciudad, observaron la Casa Blanca de la Mujer del Presidente, la corrupción galopante de Gobernadores abusivos, del costo y frivolidad de legisladores y funcionarios que no funcionan.
Y aparecieron las cifras de cientos de fosas con sus miles de osamentas humanas, surgieron a la vista el tráfico de influencias, las desventajas competitivas, el retraso educativo, la desnutrición infantil, la predominancia extranjera en el sector minero y el desamparo del sector agropecuario frente a la dependencia alimentaria.
Y así, la herida es ya evidente y el pueblo ve que quien fue catalogado como un peligro para México no lo era tanto, frente a los sátrapas que nos desgobiernan y que nos venden en retazos al mejor postor.
Y hoy todos aquellos que han sido parte de la infección de la HERIDA NACIONAL que van desde precandidatos independientes a modo, desde los partidos tradicionales, desde el Zapatismo Light de Marcos y desde los grupos de poder que dependen del actual modelo de gobierno, centran sus ataques contra Andrés Manuel López Obrador.
Y quien esto escribe sabe que AMLO no es el mesías esperado, ni un ser perfecto, pero si se que es un mexicano testarudo que quiere que las cosas cambien, que los derechos constitucionales de carácter social se respeten y que la Soberanía Nacional sea un factor importante para el desarrollo de la nación. Sé que más que en el Che Guevara, en Marx o en Mao, López Obrador se inspira en Morelos, en Juárez y en Cárdenas.
Ellos saben que este hombre puede derrotarlos y cambiar las cosas en el país, que puede ser el inicio de una cicatrización de la herida abierta en nuestra nación.

Pero falta tiempo y habrá que ver si el pueblo ya despertó junto con la Clase media, o si a cambio de unas despensas y unas cuantas monedas, seguirá afilando el cuchillo del matancero que habrá de terminar por abrirlo en canal, abrirlo de par en par, como cordero sacrificado para disfrute del amo… Ese amo, al que le sirve el Pastor Guapetón que despacha en los Pinos y en Palacio Nacional. ¿O No?

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