Seguridad Electrónica

Seguridad Electrónica
Su seguridad para nosotros es cosa seria

lunes, 20 de noviembre de 2017

PÓLEMOS… EDICIÓN ESPECIAL



A Silvia Elena, mi primogénita. Con un día de anticipación -porque mañana, día 20 de noviembre, tu cumpleaños, estarás fuera de la ciudad- es que me dirijo a tí para felicitarte en tu... y siete aniversario. Déjame contarte. Era la mañana del día veinte de noviembre. Tras dos días de dolores previos, habíamos comprendido que tu madre habría de requerir una cesárea, antes de que se produjese sufrimiento fetal o algo peor. La tarea se volvió colosal. Por ser día feriado, no había ningún cirujano disponible, solo los internos de guardia en el Sanatorio Guadalajara, donde se atendían, subrogados, a los empleados de la federación. En ese entonces, tanto tu madre como yo, éramos derechohabientes del ISSSTE, como maestros en servicio. En fin, tras mil apuros, el Sanatorio logró localizar a un cirujano, el que -al parecer, por su desaliño- acababa de salir de una fiesta. De más está decirte que yo estaba comiéndome las uñas mientras tu madre era conducida al quirófano. Fuera del Sanatorio, ubicado a la altura de la avenida "F" y la calle Segunda, todo era jolgorio y algarabía. Algunos contingentes escolares se preparaban para iniciar la marcha en el magno desfile conmemorativo. Estaba oyéndose el redoble de los tambores de una banda de guerra con la fanfarria de un coro de cornetas en tono marcial, cuando lanzaste el llanto con el que anunciaste tu llegada al mundo, que te recibía -como ya dije-, con desfile, tambores y fanfarrias. La espera parecía eterna. Todas tus familias -paterna y materna- estaban ansiosas y a la expectativa. Por fin, el cirujano, con el bisoñé de lado, salió del quirófano. Cuando apareció, tu padre se lanzó a preguntarle "Doctor... ¿Qué fue?", -fue niño, respondió. Tu abuelo Leoncio festinó con orgullo "¡Niño!" y festinando, porque yo había predicho que mi primer retoño sería una niña, me espetó "¡Tal como lo anticipé yo!" y se regodeó, orondo. Ni tardo ni perezoso, salí a la apretujada calle, bastante turbado, porque en mis sueños, desde la lejana etapa juvenil en la Normal de La Paz, te había imaginado como mujercita y así lo plasmé, en la nevería Blanca Nieves, escribiendo tu nombre en una servilleta de papel, en lo que yo veía como una premonición. Así, sacado de onda, confundido, corrí como alma que se lleva el diablo, varias cuadras hasta que llegué con mi amigo Jack Swed en la avenida Revolución, quien me indicó dónde conseguir una caja de habanos. Contento, emprendí el regreso a paso veloz. Pasé a Central de Joyas, en la Calle Cuarta y Avenida "C", con mi amigo Jorge Conde, a quien obsequié el primer puro. El segundo se lo dí al Doctor Eloy Ovando, en la esquina de la Avenida "H" y la Calle Tercera. De allí me enfilé al Sanatorio, a donde llegué repartiendo los restantes habanos. Cuando ofrecí uno a tu abuelo Leoncio -mi entonces suegro-, soltó la carcajada y me dijo, entre burlón y ofuscado, "¡Es niña, el médico la regó!". Sorprendido, te vi por la ventana del cunero, mientras una sonriente enfermera te señalaba con el índice, pues había seis cunas más, siete con la tuya, así que el 7 sería tu número de la suerte. Me di la vuelta y me eché a correr de nuevo hasta la Avenida Revolución. Sudoroso, entré a la tienda Woolworth, compré una caja de bombones recubiertos de chocolate y como exhalación emprendí el regreso. De pasada, llegué con mis amigos y paisanos de las joyerías Lepe e Ynda, ya desaparecidas, creo. Allí dejé el resto de los puros restantes. Ya de regreso, repartidos que fueron los bombones, recordé con orgullo que, años antes, jovencito e ilusionado, había anticipado tu nombre, Silvia Elena, en una humildísima toallita de papel. ¡Feliz cumpleaños, hija! Vale.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario