Seguridad Electrónica

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Su seguridad para nosotros es cosa seria

sábado, 6 de octubre de 2018

LA PEOR CARA DE USTED, DE ÉL, DE AQUÉL, DE MÍ...



Todos los días, un ejército compuesto por millones o decenas de millones de mexicanos se despiertan, asean, visten, desayunan y salen a la calle rumbo al trabajo. En el objetivo de ganar dinero no reparan en ser inmorales. Abusan, manipulan, mienten, ofenden, agreden, lastiman... hasta asesinan.
Es muy sencillo señalar al delincuente común: carterista o asaltante; al mafioso de alguna organización: roba autos, extorsionador, secuestrador, sicario, narco o huachicolero.
La cosa no para ahí.
Decenas o cientos de miles de policías se dedican a obtener dinero de forma ilícita. Si, quienes deberían procurar justicia, la violan.
Pero el patrullero o el policía de a pie es la punta de la madeja. Mandos medios, titulares, directores -en cadena- forman parte del abuso. También el ministerial, el agente del Ministerio Público o el abogado, en muchos, muchísimos casos, forman parte de esta cadena de corrupción.
Continúa.
Pero la madeja sigue. En la mayoría de dependencias públicas también hay abuso y extorsión. Coyotes, ventanillas, trámites agilizados, liberación de licencias u obtención de permisos; folder con documentos y unos cuantos billetes dentro, ayudan.
¿Son los de abajo y los de en medio?
Desde el presidente hasta sus secretarios, desde el gobernador hasta sus titulares, desde el presidente municipal hasta sus encargados. Prácticamente ningún responsable de dependencia oficial se salva. Sin sentido de servicio a la comunidad, lo que interesa es aprovechar el trienio o el sexenio para obtener recursos que engrosen el bolsillo y la cuenta bancaria, comprar la casa o residencia, los autos y los lujos.
¿Y la sociedad?
Igual el mecánico, el cerrajero, el electricista o el fontanero; igual el dentista o el médico; el ingeniero o el arquitecto, el contador o el administrador. Casi ningún oficio o profesión se salva de caer. Igual el independiente, el que trabaja para una empresa. Ya el empleado o el dueño. En la industria o en el campo, campesino o ganadero, intermediario o comerciante.
¿Todo está podrido?
En una cultura obsesionada por el dinero, el consumo, la compra; por la supervivencia, por el cuánto tienes, cuánto vales, por el primero yo, por el ya veremos, por el éxito a toda costa, por el "ya la hicimos", por el "mejor chingo que me chingues"; prácticamente es difícil que alguien no haya caído en el abuso, la mentira o el hurto (no necesariamente económico).
¿Qué tanto se es honesto? Basta ver la necesidad o la urgencia, estar cerca de "donde hay", para conocer la medida de la ética.
Desde el camillero al jefe de un hospital, desde el periodista u articulista al medio de comunicación, desde el albañil a la constructora, desde el sacerdote al Papa, desde el policía al juez, desde un punto al otro, la corrupción es latente.
Es verdad que muchos -¿cuántos?- intentan ir por la línea de lo justo -subrayó intentan-, y lo consiguen. Pero también, muchos otros, actúan con premeditación, alevosía y ventaja.
En ese sentido, es más difícil encontrar en cierto tipo de individuos, familias, grupos, comunidades, poblaciones o países el acto de la corrupción. Es menos posible -subrayó menos posible- encontrar abuso en Canadá, Bélgica, Suecia, Finlandia o Noruega que en Centroamérica, Sudamérica, África o muchos países de Asia. Sin embargo, depende de muchas circunstancias. Por ejemplificar, una minera canadiense tiene un comportamiento diferente si explota una mina en su país, que si lo hace en México. ¿Qué cambio? Las circunstancias, la región, la laxitud de las leyes, la aplicación de la justicia, la supervisión de las normas. Lo mismo pasa con los individuos y las familias. Todo depende de principios, educación y circunstancias -subrayó circunstancias-.
¿Cómo cambiar un país?
El hábito hace al monje. Es un trabajo de todos. Estado y sociedad. Es gimnasia diaria, fortalecer el músculo de la honestidad pasa por la educación, la cultura, la igualdad de oportunidades, el pago justo de salarios, la transparencia. Pero, también, en la organización social, en las juntas de ciudadanos que supervisen a sus autoridades: presupuestos, obras, contrataciones, cuentas, desempeños.
La acción ciudadana, la participación constante de todos, genera mutaciones. Construye cambios. Ayuda a la moral y la ética. Alimenta la armonía. Pule la justicia. Promueve la sonrisa. Despierta al amor.
Si la nueva administración pública que inicia con un nuevo sexenio piensa que ellos, como gobierno, son la única solución, sin involucrar al resto de la sociedad, ya pueden ir escribiendo su fracaso. En cambio, si construyen una estructura de participación ciudadana en la que cada grupo o comunidad supervise, audite, fiscalice y monitorice a sus correspondientes funcionarios y autoridades, entonces, estaremos con la posibilidad de conocer un país completamente diferente.

Es cuánto.

Don Diego de la Vega.
Z...

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