Llegó con su familia a vivir al Fraccionamiento de Echegaray.
Entonces, un joven suburbio de las periferias de la ciudad de México, en el
municipio de Naucalpan. Una zona de clase media donde convivían familias de
profesores universitarios, médicos, directores de escuelas, ejecutivos de nivel
medio o comerciantes y empresarios noveles.
Fue a escuela de monjas y asistió a la misa de los domingos,
eran los tiempos convulsos de 1968. Ya entonces fueron conocidas sus
aspiraciones: quería ser presidenta de México.
Perteneció a las primeras generaciones de estudiantes del
Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) cuyas instalaciones se encontraban en
el hermoso bosque de Los Remedios. Ahí conoció el Marxismo Leninismo, las
arengas de la explanada en la entrada del colegio, las clases con profesores de
barba a la Lenin, a la Ernesto "Che" Guevara, la lectura de El
Capital y la ilusión de que tarde o temprano llegaría la revolución del
proletariado.
¿Ahí conoció el amor? ¿La liberación de la sexualidad, atada al
conservadurismo de su familia coahuilense, a su origen escolar de monjas, en
ese estallido hormonal cuando las parejitas se iban a recostar en los múltiples
jardines buscando el abrazo y el revolcón, donde los cuerpos gritaban la
necesidad de sentir?
Del CCH-Naucalpan, con el privilegio del pase automático, pasó a
la Facultad de Economía de Ciudad Universitaria. En ese inter, el apetito
sexual la hizo casarse por primera vez, pero duro poco el gusto con su primer
matrimonio. Su profesor de facultad, Julio Moguel, la eclipsó. Se divorció y,
acorde con su conservadurismo, se volvió a casar. La estudiante conquistando al
profesor (un historia de novela, escribiría más tarde en su biografía). No
sería su último hombre, su última historia apasionada ni su último escalafón
político. Con Moguel entró a la ideología maoísta. En ese inter nació su hija y
vivió 20 años de matrimonio.
Y amplio su ambición política. Mezcla confusa de querer hacer la
revolución y de querer sobresalir, se unió al Partido de los Trabajadores. Fue
la época de Rosario Ibarra de Piedra.
También participó en movimiento estudiantil contra el rector
Jorge Carpizo. Ahí convivió con Antonio Santos, Imanol Ordorika y Carlos Ímaz
(ex esposo de Claudia Sheinbaum y participante en aquel escándalo de Bejarano,
el señor de las ligas).
Lo mismo haciendo investigación académica en el Valle del
Mezquital, una de las zonas más pobres del Estado de Hidalgo, que metiéndose en
los asuntos sindicales de la UNAM, fue construyendo su carrera política.
Siempre entre sus frágiles ideales del marxismo y sus necesidades vitales de
sobresalir. Se integró al naciente Partido de la Revolución Democrática, del
que llegaría a ser presidenta.
Todo ello la llevó a ser jefa de gobierno de la ciudad de
México, en sustitución del Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, quien después de la
derrota de 1988 contra Carlos Salinas de Gortari no cejaba en continuar la
lucha por la presidencia de México.
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¿CUÁL ES SU VERDADERA PIEL?
Escribe Humberto Padgett en Sin Embargo (Abril 29, 2013):
"Carlos Salinas de Gortari estaba atónito. Sus ojos
brillaban. Cerca del tartamudeo, repetía en la biblioteca de su casa, en el
Camino a Santa Teresa del Distrito Federal: “Es muy, muy bueno”. “Con esto
están acabados”. Frente a la pantalla era testigo de la secuencia en que René
Bejarano, el hombre de las confidencias de Andrés Manuel López Obrador, buscaba
bolsas en sus ropas para meterse más y más fajos de billetes. Hasta la liga se
llevó.
Esa noche de noviembre de 2003, Salinas pretendía la calma, pero
la emoción lo rebasaba. Rosario Robles había preferido quedar afuera de la biblioteca
donde Salinas y Carlos Ahumada contemplaban el derrumbe de López Obrador,
acérrimo enemigo mutuo.
Rosario, que había llegado a la residencia de noche con lentes
oscuros y una enorme mascada para pasar inadvertida, estaba en territorio del
hombre que, según ella misma, pero años atrás, había robado la presidencia de
la República a su mentor Cuauhtémoc Cárdenas.
Rosario, que había renegado en su juventud de la vía electoral
estaba ahí para que la cabeza de López Obrador rodara antes de acercarse más a Los
Pinos.
La siguiente escena, contada con detalles de guion
cinematográfico, aparece en las páginas 142 y 143 del libro Derecho de réplica,
escrito por Ahumada (Grijalbo, 2009).
En la madrugada, antes de despedirnos, surgió una de las escenas
más impactantes que he visto en mi vida. Salinas le mostró su biblioteca a
Rosario. Había condecoraciones y fotografías, entre otros recuerdos. Cuando
llegamos a la vitrina donde conserva sus bandas presidenciales, Rosario le
comentó que debía ser un gran honor y un orgullo portar la banda presidencial.
Salinas inmediatamente tomó una escalerita para poder subir por la vitrina y
sacó una de las bandas presidenciales. Yo creía que nos la quería mostrar, y en
efecto así lo hizo, pero no fue sólo eso, sino que la tomó y se la puso a
Rosario cruzándole el pecho y le dijo: ‘Te luce muy bien."
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Después del escándalo con Ahumada, el bombazo con el que Salinas
de Gortari quizo hundir a Andrés Manuel López Obrador, de sábanas tibias con
olor a pasión consumada con el empresario argentino, de mandar a la chingada a
todos y de confirmar su relación con el empresario consentido del perredismo de
la época en la ciudad de México, desapareció por un tiempo.
Fue Enrique Peña Nieto quien la rescató del ostracismo. La hizo
secretaria de Estado; primero, Secretaria de Desarrollo Social y, luego, de
Desarrollo Agrario Territorial y Urbano. Ambas, secretarias relacionadas con la
pobreza y la carencia de millones de mexicanos.
Ahí se destapó. Se hizo arrogante y despectiva. Reía burlándose
y respondía con odio a sus detractores. Asistía a los eventos propios de su
cargo con vestidos y zapatillas de precios inalcanzables para la mayoría, sus
bolsos no bajaban de 20 o 30 mil pesos. Asistente privilegiada a los espacios
en Los Pinos, formó parte de la administración federal más corrupta de todas.
La investigación sobre la Estafa Maestra (ganadora de algunos de los mejores
premios de periodismo nacional e internacional) la involucran.
La revista Proceso acaba de informar que después del terremoto
de 2017 decidió trasladar sus oficinas de Paseo de la Reforma a Presidente
Masarik (la calle más cara de México). La renta de sus oficinas costaron 11
millones de pesos... al mes. Paradójico, si se sabe que la Secretaria de
Desarrollo Agrario Territorial y Urbano, último cargo que ocupó con Peña Nieto,
tenía por función la responsabilidad de casas para gente de escasos recursos
económicos.
Ella ha conocido la derrota pero no la tragedia.
¿Qué escribirá en su siguiente página bibliográfica?
¿Un nuevo amor? ¿Un nuevo desprecio?... ¿La cárcel?
Don Diego de la Vega.
Z...
Vieja ratota e inmoral aparte de prostituta (amante) de un extranjero.
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