El joven arquero, sonrió y salió pronto por la presa, regreso al poco tiempo con un ciervo, el maestro lo vio, lo limpio y lo cocino. Durante la cena le dijo al joven arquero que necesitaba cazar un ciervo, de forma tal que no dañara tanto sus órganos y que causara una muerte inmediata para no afectar el sabor y la calidad de su carne.
El joven pregunto cual era la forma de hacerlo y el maestro respondió que necesitaba entender como volaba la flecha, como rompía la resistencia del aire y como penetraba a través de su presas. ¡Cuando tú mismo seas una flecha, serás un mejor arquero!
El Joven salió por la mañana y se dedicó con ahínco a estudiar la forma de las flechas: su tamaño, su peso exacto, el punto de balance exacto, la forma y el filo de su punta, así como el alcance de acuerdo a la fuerza del viento, la humedad y el ángulo de tiro.
Cuando por fin, al disparar sus tiros sintió que volaba junto con su flecha, se sintió sublimado.
Satisfecho de su logro regreso con el Maestro Zen. Al llegar con éste, le mostró sus avances y el maestro le dijo que sin duda era ya mucho mejor arquero, pero que para ser un excelente cazador con arco, no solo se ocupaba ser hombre, ser arco y ser flecha, sino que ocupaba entender como vivían, se movían y sentían sus presas.
Para ello, lo envió sin su arco al bosque para que viviera sin cazar a los animales que ahí habitaban. Por más de un año el joven se alimentó de plantas, raíces, frutos y hongos que comían los animales. Los vio nacer, crecer, comunicarse entre ellos, marcar sus territorios, juguetear y combatir, vio como los predadores cazaban a sus presas.
Vio el brillo de sus ojos cuando vivos y como se iban opacando cuando morían. Sintió y reconoció a los lejos, los olores de cada especie animal.
Sublimado y extasiado regreso con el maestro Zen. El maestro ya no estaba ahí. La choza estaba sola y solo había una tumba en su jardín. El joven cazador después de rendirle honores a su memoria, vio en una mesa su arco y sus flechas así como un escrito.
En ese escrito, había un mensaje del maestro, en el cual le decía que ahora ya era el mejor arquero y el mejor cazador, porque ya era hombre, arco, flecha y presa a la vez.
El joven arquero comprendió que lo importante no es ser el mejor arquero, sino entender la razón del ser y distinguir las cosas materiales y las cosas subjetivas de la vida.
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