"La FIFA da
ultimátum a México."
(Copiado
de Carmen Aristegui)
Ser puto es inevitable. Va más allá de la
FIFA. Le llamamos puto por cariño a nuestro mejor amigo. Le decimos puto por
coraje al que pretende robarnos a una mujer. Le gritamos puto al que nos hace
enojar. Nos burlamos del puto al que le da miedo. Nos reímos confesando que nos
vimos muy putos cuando no nos atrevimos a hacer algo. Es puto el que rompe las
letras de Molotov. Es puto el que tiene suerte. Puto el que nos gana. Puto el que lo lee. En México todos somos putos,
aunque sea en una de sus acepciones.
Puto es sinónimo de
lo que el mexicano quiera. Es el equivalente a güey pero con más confianza o
más enojo. Lo usamos diario, tanto que para la FIFA somos homofóbicos hasta con
las cosas. Puto teléfono, puto carro, puto control, puto balón. También con los
imponderables. Puto sol, puto tráfico, puto granizo, puto desmadre. Está
arraigado en nuestra cultura. Lo decimos sin pensar en un hombre penetrando a
otro. Es más, a ellos no se los decimos, al menos no en su cara. Se nos ha
educado para ser respetuosos cuando detectamos a un gay entre nosotros. Salvo
que sea nuestro amigo, porque entonces cabe. Y es posible que él también nos
diga puto sin que ello implique la posibilidad de acabar en la cama. Vivimos en
un país de putos.
El futbol debe estar libre de putos. De los
putos protocolos que pretenden convertir el estadio en un Foro Económico de
Davos. De los putos que se dan golpes de pecho juzgando el comportamiento de
una sociedad en un estadio. Si se prohibe decir puto, se tendría que prohibir
la difamación que para el árbitro significa ser culero o ratero. También
debería castigarse cuando se exige la salida de un técnico en un linchamiento público.
Tendrían que prohibirse los apodos. No más negros, hobbits y piojos. No más
titulares beligerantes. Nunca más una guerra en la cancha, un cañonazo desde la
medialuna ni una diagonal de la muerte.
Si le hacemos caso a la FIFA, el futbol
tendría que estar prohibido. El Mundial segrega y fomenta el nacionalismo.
Miles de turistas viajan esperando que su puto país se chingue al otro. Las
porras contienen violencia. Las de los mexicanos amenazaban con sangrar el culo
de Neymar. Los brasileños presumen superioridad y provocan depresión en otros
al mostrar la Copa del Mundo. No hace falta competir. Estemos en paz sin
enfrentarnos. Dejemos de jugar porque eso genera que perdamos el estilo.
No defiendo el grito de puto, que de tan
repetitivo me ha terminado por parecer un puto chiste gastado. Defiendo la
libertad del aficionado mientras sea inocente. El puto no es un plátano lanzado
a una persona de color para hacerle ver que es un chango. El puto es el modo en
que el mexicano se expresa. Para saludar, para burlarse, para reír y para
desafiar. Si la FIFA y Blatter escuchan eso y se imaginan con cara de horror a
dos hombres teniendo sexo, es que no entienden que en México ser puto es
inevitable.
Saludos pinches putos.
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