Por: Arturo
Ruiz, El Súper Cívico.
Los sismos
con grados cercanos a un terremoto sacudió y echo por tierra no solo edificios
casas escuelas, también está derrumbando la estructura de un sistema de
partidos políticos anacrónico y que propicio el descredito de la política, el
abstencionismo, la falta de credibilidad de instituciones públicas, la
corrupción, la impunidad y en consecuencia el rechazo de la mayoría de la
población a los políticos y a los gobernantes.
En torno a
los partidos políticos los hegemónicos, los satélites y los opositores, se
generó una fauna presupuestivora y altamente oportunista, que aprendió a
cebarse sobre el dinero público, para vivir muy por encima de la media nacional
y para obtener privilegios mediante la fuerza de las mayorías camerales o bien
mediante estridentes berrinches para abrir una mesa de dialogo que generalmente
terminan en acuerdos en lo oscurito.
En ese
entorno, la simulación, el moche, la compra de votos o de silencios cómplices,
se convirtió en una norma cotidiana, y a mayor grado de cinismo y aislamiento
de la clase política gobernante de sus gobernados, se fue acumulando un rencor
social que al parecer ya encontró su válvula de escape entre las terribles
grietas que surgieron con esta serie de sismos.
Sismos que
se presentaron en una coyuntura de enorme crisis económica, de pobreza
mayoritaria, de falta de oportunidades para progresar, de sangre en las calles,
de fosas clandestinas, de desaparecidos y de actos de corrupción que rayan en
lo grotesco generando para los gobernantes corruptos riquezas faraónicas.
Y en ese
entorno Andrés Manuel López Obrador, propuso después del primer sismo, destinar
una parte del recurso público de campaña a la reparación de los daños y ayuda
para los damnificados.
La
respuesta inmediata de la clase política del PRI, PAN y PRD, diputados,
senadores y del INE fue de rechazo categórico arguyendo cuestiones legaloides y
administrativas.
Un segundo
sismo de mayores consecuencias elevo el grito de la sociedad civil de que cero
dinero a los partidos y que ese dinero se destine al apoyo de los damnificados.
Y en esta ocasión la exigencia adquirió tales dimensiones que la mayoría de
partidos dijeron, “si a la desaparición del dinero público al financiamiento de
los partidos políticos”.
La gente
desconfía de estas declaraciones, hasta no ver, creer. Pero los modernos
maquiavelos de la política mexicana, dijeron, si, que desaparezca el
financiamiento público, los diputados y senadores de representación.
¡Si, eso
nos conviene! Gritaron casi eufóricos, haciendo cuentas alegres y confiando en
que sus socios de dentro y fuera del país, que se han enriquecido con la
entrega de los recursos naturales mexicanos (y con las inversiones publico
privadas) les aportarían lo suficiente para comprar publicidad, tapizar las
calles de espectaculares y comprar millones de despensas o tarjetas
despenseras, para comprar el voto de los votantes sin conciencia, o en pobreza
extrema.
Además,
piensan en su perverso manejo del desastre y la tragedia nacional, que ellos
cuentan con la mayoría de gobernadores, presidentes municipales y
representantes populares que pueden garantizar el manejo del dinero público
para sus fines electorales.
Y piensan
en sus adentros que esta demanda que nace del enojo mayoritario, bien manejado
les garantiza la continuidad.
Y ese, es un escenario posible.
Y ese, es un escenario posible.
Pero si la
exigencia es que no se destine dinero público, debe exigirse también que se
fije un tope al financiamiento privado destinado a los gastos ordinarios y de
campaña de los partidos políticos. Debe exigirse que se transparente quien
financia a los partidos y con qué montos.
Es más
debe exigirse que el monto máximo de cada nivel de campaña sea de un peso por
cada habitante. 120 millones para la elección presidencial, 800 mil para la
elección de gobernadores o alcaldes que tengan esa cantidad de habitantes en
sus demarcaciones territoriales.
Que el
tope, o los topes de campaña del financiamiento privado total, sean de un peso
por cada habitante y no más.
¿Se puede
hacer una campaña así? Claro que se puede, y que se establezca como obligatorio
el realizar debates públicos en cada uno de los campos del quehacer
gubernamental al que aspiran los candidatos.
Yo pienso
que el pueblo de México ya no se dejara derrotar por los mismos pillos de
siempre. Que el pueblo de México es mucho más fuerte y grande que el voto
despensero.
Creo que
este país ya no aguanta más otro sexenio de corruptos y sinvergüenzas,
controlando el poder nacional, llenando de sangre nuestros pueblos y sembrando
de muertos las fosas clandestinas en nuestros campos y suburbios.
Y creo que
Andrés Manuel López Obrador puede encabezar una campaña ganadora con el apoyo
de la gente buena de este país.
Sin dinero
público, acudiendo a la solidaridad de la gente, hablando y convenciendo,
levantando la voz y ganando las calles de toda la nación.
Urge
impedir que una exigencia ciudadana, se convierta en la tabla de salvación de
los políticos de siempre.
El
financiamiento privado debe reducirse y transparentarse.
P.D. El
PRI pretende usar el enojo ciudadano y su cansancio de la clase política para
obtener ventajas en la elección de 2018. Su estrategia se basa en dos máximas
del arte de la guerra: 1. Conoce las debilidades de tus adversarios, antes que
tus propias fortalezas. 2. Engaña a tus adversarios con una aparente retirada y
atráelos a tu terreno.
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