Columna de análisis social, cultural, político
y económico. Recordando tiempos idos, para desintoxicarme de la política. Año
II, Tomo II, Época II, No. 122, Edición del 6 de octubre de 2017.
"DON'T DO IT LANEERAH"
Tienes cuatro años o casi. Tu madre tomó la decisión de venirse al norte, a California, pensando ingenuamente que su suegra -tu abuela- o sus cuñadas -tus tías-, habrían de cumplir sus ofertas de apoyo y lograr así reunir a tu familia, pues tu padre -Lorenzo- ya había emprendido la marcha al norte, dejándolos varados en Guadalajara. Una mañana, muy temprano, tu madre -Elenita- te despertó al clarear el sol y te preparó para el largo viaje. En un birote salado de tamaño descomunal, hizo una torta gigante con frijoles y otros guisados, mas media docena de huevos cocidos. Raudos, salieron a la terminal del tren. Los asientos eran de madera en la democrática tercera clase y allá fuiste, de la mano de tu madre. En tan largo periplo, recuerdas haber cruzado en panga algunos ríos -supones ahora que en Sinaloa- y recuerdas la gritería de los vendedores que en tumulto, ofrecían sus productos en cada estación acosando a los viajeros en el andén y a través de las ventanas. El viaje te pareció eterno. Al fin llegas a Nogales. Tu madre hace arreglos para el traslado a El Cerrito, en California. Llega al fin el señor enviado por tus tías para recogerlos. Esa misma tarde, tu madre y tú cruzan el alambre de púas que por entonces era la frontera y horas después ibas en un Buick enorme al encuentro con tu familia paterna y si había suerte, con tu padre. Llegaste hasta Richmont, al negocio de tía Lucy, llamado "La Palma" especializado en productos mexicanos y así, se inició la ruta de un desencuentro -para ti inexplicable por tu corta edad- aunque, supones, se debió a los cambiantes planes de las hermanas mayores de tu padre. Total, que poco tiempo después de haber pasado por las casas de las tías Lucy y Rita, donde a la postre vivía tu gélida y desdeñosa abuela, Doña Raquel, terminaste durmiendo en la bodega de un restaurant en Oakland, California. ¿Que porqué recuerdo eso? Porque fue mi primer trabajo -que yo recuerde- pues mientras mi madre atendía en la cocina, yo me divertía ensayando el "Jarabe Tapatío" llevando de pareja a una niña, rubia con cabellos de elote, hija del dueño -un típico gringo redneck- y de una señora de ascendencia mexicana, pero que casi no hablaba en español, salvo en caso necesario. En fin, que la güerita y yo duramos varios días en el ensayo. Cierta mañana, el dueño nos hizo subir a su auto y nos llevó, a su hija y a mí, con una señora de San José para que nos tomara medidas. Una semana después estábamos estrenando un traje de China Poblana, radiante de lentejuelas y chaquiras para ella y uno de charrito Pemex para ti. La güerita era insoportablemente caprichosa y traviesa. Malcriada en resumen. Su padre me aleccionó dándome la responsabilidad de llamarla al orden durante los ensayos, siendo éstas las primeras palabras en inglés que me pude aprender..."Don't do it Laneerah!" pues ese era el nombre de mi rejega pareja. "No hagas eso Laneerah" fue la frase mágica. Un fin de semana debutamos como variedad o atractivo. En nuestros bolsillos estaban las mitades de las propinas recibidas, que fue el primer dinero ganado por mí en mi vida. A Laneerah, mil gracias, espero la vida haya sido leve con ella. A su padre, le agradeces la primera lección de inglés, mi segunda lengua. De allí te seguiste a Yuba, pero esa es otra historia. Vale.
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