Seguridad Electrónica

Su seguridad para nosotros es cosa seria
miércoles, 27 de marzo de 2019
PÓLEMOS: REMEMBRANZAS DE UN MAESTRO RURAL (II y última parte)
Columna de análisis social, cultural, político y económico. Periodismo de Opinión. Mamotreto insulso; lenguaraz y boquiflojo; órgano no noticioso. Voz endeble de la obnubilada opinión de su autor. No apta para lerdos cabeza de alcornoque. Ni por error debo ser tomado en serio. Sale cuando se puede. Recuerden, escribo ‘cum animus jocanti’, es decir, en broma de modo que, se han de guiar por sus propias convicciones.
REMEMBRANZAS DE UN MAESTRO RURAL (II y última parte)
Pues bien. Ayer quedé (si tuve la suerte de que me leyeras) en que hoy te brindaría el desenlace de mi dramática experiencia como maestro rural. Concluyo donde me quede:
Pues no era un sueño. Allí estaba, frente a tí, junto a tu catre de jarcia que te servía de cama, aquélla joven hermosa, campesina, expresándote que venía lista para quedarse a tu lado.
Su lozanía y belleza te hicieron trastabillar por unos instantes, pues el machismo (presente siempre, aunque soterrado) te indicaba que no dejases escapar esa oportunidad, recordando la confidencia que alguna vez te hiciera el querido tío Chillo Amaral, con su novia “La Cachetona” en la que, tras su fracaso, te recomendó no dejar escapar las oportunidades, por aquéllo de que “las pintan calvas…” sin embargo, una alarma sonaba en tu mente: “¡Peligro!” y no te equivocabas.
Era la hija mayor del Hombre Principal del pueblo, por lo que más te valía contener el impulso juvenil y mejor, iniciaste un diálogo con la atrevida joven.
Mira -le dijiste- sabes bien quién es tu padre. Apenas la semana pasada apadrinó una boda en Casas Viejas -y haciendo un breve espacio, le preguntaste- ¿No te gustaría también salir de blanco y que haya Boda y Torna-boda?
Sus ojos se iluminaron mientras tú seguías tramando cómo zafarte de semejante lío. Vé para tu casa. Espera una semana. Iré a Los Mochis a cobrar las cuatro últimas quincenas y a mi regreso, le pediré al Inspector Escolar que me haga el favor de pedir tu mano a tu padre, así le daremos su lugar y nadie, ni tus hermanos, se darán por agraviados.
La joven no cabía en sí de alegría. Tú en cambio sentías oculta vergüenza por tu falaz recurso. La bella joven recogió el bulto con su ropa y, tras haberte hecho que prometieras volver, se perdió en la neblina de esa madrugada.
El viernes, saliste a la costa. Ella te fue a despedir, acompañada de una hermana. Dejaste todo atrás. Enseres, libros, parte de tu ropa. Al día siguiente, ya en El Fuerte, pusiste al tanto al Inspector escolar, profesor Miguel Castillo Cruz y le rogaste te relevara de tu puesto en Yecorato. Éso hizo. Te puso a disposición del Director Federal de Educación, profesor Carlos García Rivera, quien te turnó a la zona de la profesora Rosa María Solorio Gámez, en Guasave, para terminar en El Varal, ejido de San Sebastián.
Hoy, a 54 años de tu huída, le dices a esa bella joven, que lo sientes mucho, pero esa vez, mentiste por no herir, confiando que la vida le haya brindado la felicidad que merece.
Vale.
Imagen. Escuela rural.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario